Se acerca el fin de año y, como todos los años, es el momento de hacer el recuento de los “daños”, y de los “aciertos” y, sobre todo, de los “aprendizaje”. Y vaya que fue un año lleno de lecciones aprendidas.
Este año aprendí que se vale no ser fuerte, se vale aceptar que estoy cansada, que en ocasiones he tenido ganas de tirar la toalla, que a veces me siento frustrada, con miedo y enojada, que hay días que estoy peleada con la discapacidad y quisiera no tenerla tan cerca. Aprendí que sentirse así está bien.
Este año aprendí que no “tengo que” poder con todo, que se vale hacer elecciones y renunciar a aquello que hoy no me llena o no me aporte, que puedo alejarme de aquellos lugares donde yo, de momento, tampoco aporto mucho. Aprendí que alejarse está bien.
Este año aprendí que tener mi agenda llena no habla de ser una persona activa y productiva, sino que quizá estar llena de actividades tapa un poco aquello que todavía no estoy lista para enfrentar, aprendí que puedo decir “no” y sentirme en paz con eso. Aprendí que vivir sin prisas está bien.
Este año aprendí que no sólo se vale, sino que es mi deber, cuidar de mi antes que nadie, en ocasiones antes que a mi propio hijo, que se vale tener momentos solo para mi, de descanso, de diversión, de reflexión. Este año aprendí que si no me cuido no solo no evito enfermarme, solo se prolonga su llegada, pero cuando llega, una enfermedad, la angustia o la ansiedad, viene con mucha más fuerza y el impacto es devastador. Aprendí que ser un poco egoísta está bien.
Este año aprendí que dedicarme 100% a la rehabilitación, educación y desarrollo de mi hijo no me hace la mejor madre para él, que no delegar, que controlar cada uno de los aspectos de su vida no solo lo limita, sino que lo llevo al lado contrario de lo que deseo para él, independencia, autosuficiencia y, por ende, felicidad. Aprendí que buscar y contar con el apoyo de otros, es buena idea, más bien necesario, sobre todo liberador para mi y, sobre todo, para él. Aprendí que no ser la única que apoye y acompañe a mi hijo está bien.
Este año aprendí que no soy perfecta, que soy falible, que cometo errores, que no siempre tengo la razón, que no siempre tengo que salir al frente en las fotos, como la mejor madre, la mejor esposa, la mejor hija, la mejor amiga, que se vale pasar desapercibida; aprendí que así como soy, con lo que tengo y lo que no, con lo que puedo dar y lo que no, soy la mamá que mi niño necesita, ni más ni menos. Aprendí que ser un “simple” ser humano está bien.
Este año aprendí que puedo derrotarme, aceptar que no puedo, que se vale parar y volver a empezar de nuevo. Aprendí que la vida está hecha de nuevos comienzos y así está.
Confieso que cada uno de estos aprendizajes me ha costado un año lleno de luchas, lágrimas, caídas, raspones, pero hoy, satisfecha y con un largo camino que recorrer puedo cerrar el año diciendo orgullosa, lección aprendida.
Y tú, ¿qué aprendiste este año?