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  • Ana Elisa P.

La historia de Renata


Hace unos años la hija pequeñita de unos amigos sufrió un accidente. Fue un evento profundamente doloroso que marcó un parte aguas en toda la familia. Los siguientes 6 años fueron de lucha contra la lesión cerebral que el accidente le dejó. Mi amiga se volcó de cabeza en investigar sobre nuevos tratamientos, se abocó a amar a su hija y al resto de la familia (3 hijas más y su esposo), y se adentró en el mundo de la discapacidad.

Mi hija, tiene una lesión cerebral como consecuencia de haber nacido prematura. En los encuentros casuales entre mi amiga y yo, a partir del accidente, hubo ya siempre algo especial que nos unía, la búsqueda. Siempre tenía alguna novedad que compartir conmigo, unas vitaminas, una terapia, o unos de esos pequeños-grandes logros de los que nutrimos nuestra alma los papás de hijos con necesidades especiales. Nuestra amistad tenia un lenguaje no hablado de complicidad. Coincidimos yendo a terapia, o en nuestra opinión sobre algún médico, coincidimos en actividades de inclusión o relacionadas con la discapacidad.

Hace un mes, el sistema respiratorio de esta pequeña guerrera, se fue apagando y con 8 años se despidió de este mundo. Me dijo mi amiga, con toda la fuerza que su fe le brindaba, que había llegado el momento de dejarla partir. En la misa, con una profunda entereza mi amiga agradeció el gran milagro de la vida de su hija. Le agradeció a ella, haber elegido ese papá que le brindó todo su amor y que nunca se rindió, le agradeció haber elegido esas hermanas que por su capacidad de entrega parecieran de otro mundo. Y ella, compartió como creció y maduró en el dolor de todo lo sucedido, y le prometió a su hija vivir una vida de la que ella se sintiera orgullosa. Le prometió no fallarle.

No hay palabras para describir lo que esa misa movió en tantas personas. El sacerdote lo notó e hizo mención al hecho de que una pequeñita que casi no hablaba hubiera tocado tantos corazones.

En mi experiencia con PHINE he aprendido mucho. He visto los maravillosos resultados del amor incondicional, he comprobado una y otra vez que nadie estamos exentos de que algo suceda en el camino, que ser sensibles, respetuosos y empáticos es un nutriente esencial para la sociedad. He estado a un lado de mis amigas mamás de hijos con necesidades especiales y he observado la transformación positiva y la huella de lucha en las personas que se abren a entender la discapacidad. Mi amiga y toda su familia ya no son los mismos, son la mejor versión de ellos mismos, las niñas crecerán a ser personas solidarias de esas que esta sociedad tanto aprecía. Y ese enorme milagro que fue la vida de Renata es algo que todos cosecharemos.

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