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  • Mafer Morza

Resignificando la maternidad


Desde hace 8 años que me inauguré como mamá de un niño con PCI, he escuchado a muchas personas decir que tras convertirte en mamá de un hijo con discapacidad, es necesario reconciliarse con la maternidad, hacer las pases con la "maternidad especial". Desde que lo escuché por primera vez sentí un "no sé qué" en el estómago y en el corazón.

Es cierto, mi maternidad dista mucho de ser lo que yo había pensado y planeado, esa maternidad romántica y mágica que presentan los medios de comunicación, anuncios comerciales donde salen mamás peinadas con chongos sencillos y caras casi lavadas y, aún así, hermosas, disfrutando pacíficamente de sus hijos que se acurrucan en sus brazos, dormidos cual Blanca Nieves, cambiando pañales mientras su bebé juega y se sorprende con una sonaja, riendo y correteando a su cachorro que empieza a correr por toda la casa, señal de que es el momento de convertir la sala en un temporal campo de batalla, madres consolando a sus pequeños después de haber perdido una competencia, las mismas que corren de un partido de futbol a la clase de ballet, niños divirtiéndose en las fiestas, mientras las mamás intercambian experiencias y tips... Es verdad, poco de esto ha tenido que ver con mi maternidad. Más bien, la mía ha tenido que ver con enfrentar otro tipo de retos y desafíos constante, diarios, retos de salud, desafíos en cuanto a rehabilitación, autonomía e independencia, lidiar con temas de discriminación e inclusión, en lugar de clases de futbol y arte vamos a terapia física y de lenguaje, cambié las lecturas de novelas por lecturas de integración sensorial y rehabilitación neuromotora, mi sala también se convirtió en un campo pero de terapias, rehabilitación y estimulación, hemos faltado a muchas fiestas porque Marcelo es poco tolerante a los ruidos, a las multitudes y a demasiados estímulos en un mismo lugar y tiempo. Sí, mi maternidad dista mucho de ser lo que yo había pensado que sería, mis preocupaciones nada tiene con ver con lo que yo creí que me preocuparía.

Sí, soy mamá de un hijo con discapacidad, y he tenido que resignificar mi maternidad, pero en ningún caso significa que tengo que reconciliarme con ella, porque nunca me he peleado con ella, nunca he renegado de mi maternidad diferente, por lo tanto no tengo que hacer las paces con nadie. Es verdad, no suena tan simple como ahora lo escribo; pasé momentos duros, dolorosos, llenos de dudas, de no saber si sería realmente una buena madre para mi hijo, la que él necesitaría para salir adelante, no sabía si tendría la fuerza y las herramientas para hacerlo, sí me enojé, sí tuve y tengo muchos miedos, pero el tiempo, las redes de apoyo, uno que otro profesional y la familia ayudan mucho a que poco a poco el camino empiece a ser menos denso y más seguro.

He tenido que resignificar mi maternidad, aprender a lidiar con ella, he tenido que aprender a ser una mamá diferente, porque sí lo soy, eso es innegable e inevitable. Ni más ni menos que otra, simplemente soy la mamá de Marcelo, un maravilloso niño de 8 años con PCI, con todo lo que eso implica y todo lo que eso significa.

Hoy, con el corazón en la mano puedo agradecer la maternidad que me tocó, porque me ha dado las más grandes lecciones de amor incondicional, de fortaleza y perseverancia, me ha regalado maravillosas satisfacciones con cada logro de Marcelo, me ha llevado a conocerme a mí misma y saber de lo que soy capaz, me ha mostrado el verdadero valor de la vida, el real significado de las cosas. Es cierto, yo no pedí esta maternidad, tampoco la hubiera elegido pero, ¿qué madre puede hacerlo?

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