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  • Ana Elisa P.

Los ojos del corazón. Parte 4, ACEPTACIÓN.


Ana Lucía progresa todos los días, se esfuerza enormemente en sus terapias y avanza poco a poco, pero constante. Hemos celebrado y gritado a los cuatro vientos sus éxitos y hemos tenido que tomar algo de su fortaleza para afrontar que el tiempo pasa y pasa y pasa. Vamos muy despacio, el retraso generalizado en su desarrollo es cada día mas evidente. Aun así, sigo aferrada a una alcayata de sueños y expectativas: nuestro camino es largo pero al final la meta es llegar a tener un desarrollo similar al de los niños de su edad. Un día antes de que Ana Lucía saliera del hospital después de casi dos meses, nos reunimos con los médicos y nos hablaron del trabajo que teníamos por delante para ayudarla a desarrollar su cerebro, recuerdo que mientras yo lloraba, ellos me dijeron que eran buenas noticias, el derrame se reabsorbió por completo, y que a pesar de tantas complicaciones en su cerebro no habían quedado hoyos ni cicatrices, además de que el riesgo de que presentara hidrocefalia era ya mínimo y así, una larga lista de etcéteras.

Un médico me platicó hace poco que es bien conocida la estadística de que los pacientes solo retienen 25% de la información que su médico les da. No dudo en lo absoluto de la estadística pero igualmente me cuesta salir de mi asombro. Recuerdo frases textuales que los médicos utilizaron ese día previo a que dieran de alta a nuestra hija. “Ella tendrá que caminar al año como todos los niños”, “no tiene leucomalacia”, en fin, como ya dije Mario y yo hemos ido creciendo al ritmo de Ana Lucia, intentando dar cada paso con ella pero teniendo muy en mente todas estas buenas noticias. Esta historia yo la platiqué en la escuela, y a todas la personas que me lo han preguntado, pero para mi sorpresa hace unos meses, un médico me preguntó que si yo sabía en que área del cerebro de Ana Lucía estaba localizada la lesión, a lo cual yo contesté que ella no tenía lesión cerebral sino un retraso generalizado del desarrollo debido a su nacimiento pretérmino.

Siguieron las sorpresas cuando otro médico me dijo: yo siempre pensé que ustedes sabían. ¿Saber qué? He trabajado arduamente y me he aferrado a mi alcayata imaginaria con todas las fuerzas durante 3 años 7 meses, y ahora toda la historia es distinta, Ana Lucía, mi hija tiene una lesión cerebral. Me siento iniciando de cero, me siento con el mismo miedo que tuve durante su estancia en el hospital, me siento perdida. El neurólogo me preguntó que si hubiera hecho algo diferente de haber sabido desde el inicio que existía la lesión. Creo que la respuesta es NO. Ana Lucía inició sus terapias desde que estaba en el hospital y hasta el día de hoy no ha tenido un día de descanso. Nosotros hemos abrazado su condición, llorado, celebrado y vivido intensamente. No, nada cambia en mi actitud, solo que ahora resulta que debo ser realista, tener expectativas que se ajusten a la situación y debo trabajar mi proceso de aceptación. Aceptación.

Por supuesto todo lleva su tiempo y necesito estar a la altura de Ana Lucía, ella me mira con sus ojos del corazón e intenta leer mis emociones. No me voy a estancar en la negación, no les voy a creer que ante otros papás nos ponían de ejemplo por nuestro manejo de la situación cuando resulta que era falta de conocimiento. Voy a seguir adelante, mi alcayata sigue ahí. Pero mientras lo intento, mientras llego, todos los días aprendo de aceptación.

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