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  • Ana Elisa P.

Solo al llorar lo entendí


Me quiero dormir 48 hrs sin que nadie me hable, solo tengo ganas de comer postres y no hacer ejercicio y aunque suene raro, no me pareció que lo fuera. Estoy cansada y ya, pero luego no tuve ganas de poner mi altar de muertos y eso si me pareció mas extraño. Sé que algo pasa conmigo, pero no había dado con el clavo hasta ayer que llevé a mis hijas al dentista.


A mi hija mayor, con discapacidad, le pusieron brackets en los dientes de abajo, se puso muy triste por lo incomodo, le asusta y le duele. Mientras ella lloraba, mi hija menor le dio la mano para hacerla fuerte y yo solo le sobaba la pierna. ¡Eso es! Ya no puedo verla llorar una lágrima más, me duele, me parece injusto y me drenó por completo.


Desde que mi hija era muy pequeñita, escribir se volvió mi espació, ese momento que, cual cápsula del tiempo, me pudiera recordar lo grande y amorosa que ha sido su lucha. Su llegada al mundo como prematura extrema y a MI mundo como la gran catalizadora de esfuerzos, alegrías y demás intensidades por las que en esta familia hemos pasado. Sin embargo, hoy quiero hacer una pausa y no escribir sobre ella.


Mientras busco las palabras que le den forma a mi emoción lloro. Lloro. En los últimos meses he visto a mi hija doler lo inimaginable, sobreponerse y sonreír. La acompañé en un proceso que me lleva a admirarla y taladrar mi corazón en las mismas proporciones. Y no es la primera vez, a lo largo de los años he tomado decisiones difíciles, enfrentándome a mi propia inercia de abrazarla y huir. Donde pretendo siempre tener la convicción de estar tomando la decisión correcta, haciendo a un lado la emoción.


Yo soy un 4. Las emociones no solo toman el control, en ocasiones me avasallan, pero lo de ahora es diferente. La impotencia de verla llorar, asustarse y doler me generan algo que se sale de control. No quiero, ya no puedo y no puedo ser razonable.


Hoy solo quiero llorar. Hacerme bolita y llorar. Abrazar a mis hijas y llorar. Tener la mano cálida de mi esposo entre las mías y llorar. No lo había entendido. Lo que yo tengo no es físico viene de adentro, quiero gritar, detener el tiempo y garantizarle que nunca más derramará una lagrima, sin embargo, algún día la haré llorar por depilarla, le tomaré la mano porque alguien le rompió el corazón, la acompañaré cuando le digan que no respira y tienen que operarle la nariz. No puedo evitar que llore, pero por lo pronto llegué a un limite.


Me sorprendo con todas las emociones que escribir esto me generan y si lo comparto es porque pienso en todas las mamás PHINE con las que he coincidido en este camino, tantas de ellas librando batallas con temas complejos de salud de sus hijos. El síndrome de cuidador agotado se manifiesta de muchas maneras creo, yo no sé si lo mío es eso, pero sé que por primera vez en este andar estoy sin herramientas, sin esa fuerza que viene del corazón y con la cual sorteamos todos los obstáculos que se nos presentan. Ahora que lo entiendo no me preocupa, sé que es cuestión de tiempo, de hacer pausa y recargar. De abrazar esto que siento, aceptar y volverme a subir al tren que comanda mi hija. El de aquí nadie se raja.


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