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  • Ana Elisa P.

Del temblor y otros movimientos.


Como tantas y tantas personas el día que la tierra se sacudió, se movió mi centro, mi seguridad y certidumbre del futuro.

Mis hijas están en colegios diferentes. Temí por las dos y lo mas pronto que puede me aseguré de que ambas estuvieran bien. Ana Lucía, tiene una lesión cerebral y va a la escuela en compañía de una maestra de apoyo, ella me avisó inmediatamente que estaban bien pero muy asustadas. Cuando llegué a la escuela, las dos, mi hija y su maestra de apoyo estaban muy nerviosas. Fer con preocupación me decía que estaban en la biblioteca que está en un sótano, y que los libros se caían de los estantes. Para salir de ahí Fer utilizó mente, corazón y fuerza, lo cual implicó entre otras cosas arrastrar a Ana Lucía cuando se tropezó. Estaba preocupada por que se hubiera raspado las rodillas. Le agradecí sus cuidados y corrí a la otra escuela.

Como todos los habitantes de esta ciudad, los minutos y las horas siguientes las vivimos con sorpresa y dolor. Poco a poco fue cayendo en mi la pesada conciencia de que mi hija dependía de alguien mas para ponerse a salvo. Todos estábamos igualmente vulnerables pero la gran mayoría de nosotros dependíamos de nuestras propias acciones para estar en resguardo, mi hija no y Fer tampoco.

Ante la emergencia y el miedo todos reaccionamos de manera distinta, Fer no se separó de Ana Lucía, no la dejó sola, no pensó en su propio resguardo y usó toda su fuerza, para que ambas estuvieran bien. Alguien me dijo que cuando te dedicas a algo así, lo tienes entendido, y yo con todo respeto discrepo, porque en estas situaciones habla el instinto no necesariamente la preparación, habla el corazón no solo la mente.

También está la historia de Jime, su silla de ruedas, la ubicación de su salón y el puente que había que cruzar no fueron compatibles el día del temblor. Ningún simulacro hubiera preparado a Sonia, su maestra de apoyo, para asumirse como refugio para Jime ante la emergencia. Ella con su cuerpo la protegió mientras la acompañaba con palabras de calma. Sin pensarlo, su instinto de supervivencia se convirtió en la supervivencia de dos.

En nuestro caso, como familia le hemos agradecido a Fer su amor y su profesionalismo, y ese raspón de rodillas como muestra. Pero quiero agradecerle y reconocerle públicamente a ella y también a Sonia y a otras maestras de apoyo que se vieron en la misma situación, su entrega y compromiso.

Escuchando tantas historias de ese día, pensé que la mía no tenía nada de especial, es como tantas historias que andan por ahí. Pero no, claro que es especial, lo especial son Fer y Sonia, lo especial son la personas buenas que encontramos en el camino. Lo especial es la sacudida de emociones que vino con el temblor y que me confirman que solo de la mano y haciendo comunidad estaremos bien.

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