Hace tres días me informaron que deben operarte del pie porque naciste con unos huesos desplazados. Jamás sospeché que tus piecitos estaban mal hasta ahora que creciste.
Lo increíble para mí es que ya pasaron más de ocho años desde que ingresaste a quirófano por primera vez. Tuviste una operación delicada para colocarte una válvula en tu cabecita por la hidrocefalia con la que naciste. Recuerdo claramente cómo el médico enfatizó que había una posibilidad alta de que no sobrevivieras a la cirugía… Fue en ese momento cuando sentí un escalofrío punzante en todo mi cuerpo, el cual me provocó llanto, vómito y una migraña que no me permitió pensar absolutamente en nada. Estaba bloqueada.
Hoy te miro, veo a un enorme y hermoso niño. Eres tan fuerte y sano que parece que nada te derribará. Cuando sonríes siento al sol frente a mí iluminando y sólo eso me basta para sentir que todo es perfecto. Dejaste de ser un bebé, un niño pequeño y, aún así, es increíble cómo regresa a mí la misma sensación de esa primera operación después de tu nacimiento. Aquel sentimiento escalofriante que de inmediato me paraliza y me aterra.
Tú y yo somos un equipo. Siempre mejoramos, caminamos y avanzamos en línea recta. Pero cuando vuelven entornos ya superados, me doy cuenta que nuestra senda es cíclica: siempre algo nos regresará a superar obstáculos antes vencidos y esa sensación paralizante regresa… Pero reviviremos esas experiencias juntos y las dejaremos detrás, sin importar que en ese momento la sensación dentro de mi corazón sea miedo, el mismo cuando este camino comenzó.
A pesar de que ya pasaron ocho años, no sé si algún día esta sensación desaparezca, o si mi corazón la abrace y la transforme en algo distinto. Por mi parte, aprenderé a confrontar estos ciclos, aunque a través de los mismos sólo confirmo que mi amor por ti es inmenso, y que siempre haré lo que sea necesario para que tú estés lo mejor posible.
Te Amo mi Pabli..