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Gaby M.

A todos los fisioterapeutas: GRACIAS


Este mes se festeja el Día Mundial de la Fisioterapia y recordé nuestra odisea a lo largo de estos años con mi hijo y cuán importante se han vuelto los fisioterapeutas en nuestro día a día.

Era el día 10 de nacido, ya teníamos diagnóstico: “Daño neurológico” y mi hijo seguía en la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales (UCIN) cuando el pediatra nos dice que es necesario empezar con terapias.

¿¿¿TERAPIAS??? Pasaron un sinfín de dudas por mi cabeza: Esas se dan cuando te fracturas un pie, ¿no?, ¿tan chiquito y terapias?, ¿cómo es posible si todavía sigue en la UCIN?

Y pues al día siguiente se presentó una fisioterapeuta en la hora de visita para explicarnos la importancia de empezar inmediatamente la terapia, y así fue, cada día durante la visita iba la terapeuta a hacerle terapia, mientras mi esposo y yo veíamos y aprendíamos.

20 días después por fin salimos del hospital con una lista enorme de recomendaciones, entre ellas una cita en el consultorio de la terapeuta. Por supuesto que muy puntual nos presentamos y nos recomendó terapia tres veces por semana con ella y reforzarla en casa dos veces al día todos los días de la semana.

Nosotros muy obedientes, dos veces al día le hacíamos en casa los ejercicios. Recuerdo la primera vez que no pude hacérsela las dos veces, me sentí fatal, sentí que le fallaba, que algo malo le iba a pasar.

Así pasamos 10 meses. En ese tiempo me informé y entendí que había muchas técnicas y fue que conocí a otra fisioterapeuta, así es que decidimos cambiarlo y probar Bobath. Con el cambio estábamos contentos, mi hijo ya no lloraba tanto en terapia, entonces yo estaba más relajada y contenta. Después de 3 años, me sentía sobrepasada, hacíamos una hora de camino de ida y otra de regreso, sentía que desperdiciábamos mucho tiempo en el carro y mi hija mayor entraría a la primaria lo que significaba que yo estaría más apretada de tiempo, por lo que decidí cambiarlo de terapeuta por una más cercana. No me encantó el cambio, y había escuchado hablar mucho de las bondades de Vojta, así que decidimos probarla.

Recuerdo la primera terapia en la que hacían presiones en el cuerpo de mi hijo: él lloró sin parar toda la terapia, y yo junto con él. Tanto había escuchado de ella que decidimos probarla y estuvimos 2 años, hasta que me di cuenta que el cambio entre uno y otro método no hacía gran diferencia en mi hijo, así que decidí regresar en la que yo me sentía más cómoda.

Regresé con la terapeuta de Bobath para pedirle que me recomiende a alguien como ella, pero más cercano a casa, así es que me contactó con un terapeuta que, además, va a nuestra casa. Desde entonces nuestra vida cambió, nos identificamos muy bien con él, mi hijo también se acopló y yo ya no corro tanto. En realidad, lo que cambió fue nuestra calidad de vida.

Creo que mi hijo jamás podrá dejar la fisioterapia, porque cuando por alguna razón no la tiene, su cuerpo lo resiente inmediatamente y aunque el terapeuta me ha enseñado qué hacer en esos casos, al intentarlo no logro relajarlo de la manera que él lo hace y por esto reconozco la importancia de los fisioterapeutas, así que a ellos en su día, no se puede decir otra cosa más que “GRACIAS”.

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