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  • Margarita G.

Las emociones y nuestros hijos.


Educar no es dar carrera para vivir sino templar el alma para las dificultades de la vida

(Pitágoras, 497 A.C)

Cuando me invitaron a participar en el proyecto de investigación del doctorado sobre las emociones no dudé y acepté. En mi niñez no recuerdo haber escuchado mucho del tema, tradicionalmente sólo se acostumbraba a catalogarlas como emociones buenas y malas.

Sin la educación emocional de hoy, nuestros padres trataban de algún modo de reprimir las “emociones malas” como el enojo, tristeza, miedo, frustración, con típicas frases como “no llores”, cuando te caías o sentías tristeza, o “no te enojes” cuando te molestabas con tu hermano, porque te quitaba algún juguete, o “no tengas miedo” cuando tenías alguna pesadilla.

El proyecto de conocer nuestras emociones nos ha ilusionado mucho a mí hija y a mí. Hemos utilizado los cuentos - una de las actividades favoritas de mi hija -, para descubrir en los personajes los sentimientos ante alguna situación particular, o definir cuál es la razón por la que se sienten así, y qué acciones pueden hacer para enfrentar cada emoción.

Este ejercicio ayuda a mi hija a identificar en la vida real - particularmente en situaciones adversas - esas emociones, y luego a expresarlas, regularlas y gestionarlas de manera adecuada. La diferencia se nota de inmediato en nuestro trato cotidiano, y a mi hija con discapacidad, se le facilita el aprendizaje de sus sentimiento-emociones, y también para conocer y descubrir sus cualidades y potencialidades, así como sus propias limitaciones.

Creo que conociéndose mejor podrá expresar también de mejor manera sus propias emociones, lo que le permitirá sentirse bien con ella misma y le brindará la seguridad y confianza necesaria para lo que le toque vivir. Conocer las emociones ayuda a responder asertivamente a las tareas y retos de la vida.

Después de leer sobre el tema, la experiencia de mi hija, sus terapias emocionales, descubrí, poco a poco, que nuestras emociones son parte de la condición humana y no son vulneradas por discapacidad alguna.

La dimensión emocional de nuestros hijos existe y muchas de las veces la obviamos porque nos cuesta trabajo entenderlos, ya sea porque no pueden comunicarnos lo que sienten como los demás, o porque tenemos la falsa creencia de que éstas no son tan importantes como sí lo es su dimensión cognitiva; entonces decidimos - equívocamente - anularlas y eliminarlas de nuestro mapa terapéutico, olvidándonos de su existencia, y dejando de lado el sentimiento de nuestros hijos, como parte estructural e integral de su desarrollo.

Un hijo sin emociones correctamente gestionadas, es altamente probable que en su desarrollo encuentre vacíos que después se transformen en graves heridas, como falta de seguridad y baja autoestima.

Este proyecto de conocer las emociones hace posible que ellos nos las comuniquen y aprendan a manejarlas; educar las emociones, les ayudará a reconocerse valiosos y les brindará mayor fortaleza para saber enfrentar cualquier circunstancia.

Por lo que a mí me corresponde, me toca ser más consciente de mis propias emociones y acompañar también a mis otros tres hijos, a que aprendan toda esta lección, sean capaces de reconocer en los otros esas mismas emociones, darse cuenta de lo que le pasa, - no solo a su hermana, sino a cualquier otra persona -, lo que les dará la sensibilidad social para ser empático, y colaborar para ser parte de un mundo más humano, justo y solidario.

El proyecto está particularmente abierto para todos los padres de hijos con necesidades especiales y con dificultades en comunicación .

Para mayor información e interesados en participar les dejo el contacto de Gabriela Rangel, terapeuta emocional y candidata a doctora por la Universidad de Barcelona. gabriela.rangelr@gmail.com

Muchas gracias Gaby por tu paciencia y compromiso para con nuestros hijos…

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