Conocí a Mónica muchos años antes de que llegara Jimena a su vida. La conocí trabajando en el sector público, llena de causas y de proyectos, es una mujer brillante, pero además es bonita por fuera y por dentro y desde que es mamá de Jimena sus valores se han exaltado, ha demostrado ser además una mujer valiente que ha orientado sus miedos y su dolor hacia acciones que repercutan en la vida de Jimena y de muchos otros que tienen condiciones similares. Ahora también es mamá de Juan Fer y seguramente esta experiencia la ha enriquecido y le ha dado más fuerza para seguir aportando talento desde distintas trincheras. Yo soy mamá de Mariana, ella no es una niña con discapacidad, pero Mariana llegó cuando ya no la esperábamos, después de muchos años de intentar tenerla y tal vez por eso tengo una conciencia particular sobre el regalo que es la maternidad cuando uno desea tener un hijo.
Mariana está por cumplir dos años, y ver cómo se ha ido el tiempo desde que nació, me inquieta, los meses pasan como si fueran días y parece que los años duran la mitad. Cuando la veo dormida no puedo evitar pedir con vehemencia que sea feliz y plena, es el amor más puro que he sentido y va acompañado de una responsabilidad enorme por hacer de ella una mujer de bien. Frecuentemente pienso en qué quiero para ella, sobre todo cuando sé que será hija única y no tendrá la oportunidad de compartir su vida con hermanos, a éstos tendrá que escogerlos durante el camino que recorra en esta vida, y como padres de una hija única, guardar ciertos equilibrios es todo un tema. Seguramente mis temores no son los de Mónica, cada quien carga con los suyos y son de distintos tamaños, pero tengo claro que ambas deseamos un mundo mejor para nuestros hijos y que las dos queremos contribuir activamente a que así sea.
Un mundo mejor significa muchas cosas, entre otras, por supuesto un mundo incluyente, en el que haya oportunidades para todos, en el que se propicie la igualdad, en el que la gentileza entre nosotros florezca. Un mundo mejor consiste en tener conciencia cada día del papel que tenemos para mejorarlo y no vivirlo en automático, reconocer que no somos seres aislados, que necesitamos de los otros y que tenemos responsabilidades frente a la sociedad en la que vivimos. Un mundo mejor para Jimena, es un mundo mejor para Mariana, es un mundo mejor para todos, y tal vez si todos tuviéramos esa conciencia ese cambio sería más suave y con menos obstáculos.
Admiro profundamente la labor que realiza PHINE para contribuir a ese cambio, admiro a Mónica y me uno a su causa porque al final, es la causa de todos, porque no se limita a quienes tienen un hijo con discapacidad, porque PHINE es incluyente y nos invita a colaborar y a poner nuestro granito de arena al cambio tan necesario. Gracias por darle forma y cauce a este proyecto, gracias Mónica por compartirlo.
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