Mis deseos de año nuevo como madre de hijos con necesidades especiales son simples pero concisos,
Mi primer deseo que la gente finalmente comprende que la verdadera idea detrás de la ley que protege a las personas con discapacidad es de reconocer sus derechos como tales, y abandonar la idea absurda y victimizadora de que lo que hacemos por ellos es un favor basado en lástima o es una decisión opcional como individuos o sector privado.
Mi segundo deseo es que los profesionales que trabajan al servicio de nuestras comunidades asuman con compromiso y orgullo su responsabilidad de hacer el mejor trabajo posible para nuestros hijos y nuestras familias, y que en sus sugerencias tengan compromiso honesto para guiar los padres a tomar las mejores decisiones posibles para sus hijos. Tristemente, la mayoría de nosotros como padres en algún momento dependemos enteramente de los consejos de profesionales y educadores experimentados, y la mayoría de las veces despertamos a la realidad de que hemos sido guiados equivocadamente o que por la flojera de alguien hemos hecho perder tiempo valioso a nuestros hijos.
Mi tercer deseo es que los gobiernos tomen responsabilidad del impacto de sus decisiones, y dejen de darle migajas a nuestra comunidad en términos de servicios educativos. Que despierten a la realidad de que todo niño mal educado puede eventualmente convertirse en una carga para su comunidad porque al carecer de oportunidades educativas apropiadas, nunca estará listo para ser auto-suficiente y poder colaborar al crecimiento de nuestra comunidad, de nuestra ciudad, nuestro país, y nuestro mundo. El problema no es la discapacidad, sino la incapacidad que no es de nacimiento sino resultado de nuestros prejuicios y bajas expectativas.
Mi cuarto deseo es que se desvanezca el temor a la discapacidad y la limitación instantánea que nuestros prejuicios generan. Cambiemos el acercamiento basado en bajas expectativas. Abracemos el reto con pasión, agotemos todos los recursos posibles, eduquemos, inspiremos, ¡cambiemos esa vida! Sinceramente deseo que todo aquel que firme el compromiso de convertirse en padre, en educador, y en profesional, entienda que junto al título viene la entrega incansable y desmedida por darle a cada niño las oportunidad que necesita, y más importante todavía, que merece en la vida.
Mi quinto deseo, el último pero no el menos importante es que llegue el día en el que todos desde nuestro rol personal dejemos de justificar la segregación respaldados en falta de algo, y seamos honestos para aceptar que ningún individuo que vive y crece en un ambiente segregado se gradúa con mejores habilidades sociales ni mayores oportunidades en la vida. Y no es su culpa ni culpa de sus padres. Es culpa de un sistema educacional mediocre que queriendo ahorrase un par de centavos decide quitarles a los seres humanos su derecho elemental y más valioso, que es pertenecer para ser respetado siendo un individuo.
A mis adorados amigos que son padres y compañeros de vida,
Créanme que cada palabra que digo es fruto de las vivencias que nos unen e identificación. Muchas veces frustración, muchas veces tristeza, pero la mayoría pasión y fortaleza hasta en los momentos más difíciles.
Nuestras decisiones de hoy definen el futuro de nuestros hijos.
Cada vez que elegimos hacer lo más fácil los privamos de lo mejor.
No nos conformemos con menos de lo que merecen porque cada vez que lo hacemos, disminuimos sus derechos y la lucha de quienes han peleado tanto por igualdad y que están tratando de acabar con la flojera y comodidad que ha impulsado a nuestras comunidades a creer que nuestros hijos no se merecen más.
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