Hace una semana, la Suprema Corte de México concedió un amparo a Citlali, una niña indígena mazahua con Síndrome de Down, mediante el cual obliga al Estado mexicano a proveer las condiciones necesarias para que pueda ejercer su derecho a la educación.
Esto implica que Citlali deberá contar con todos los apoyos y ajustes razonables necesarios para ejercer este derecho, y en resumen, que el sistema se adapte a Citlali, y no ella y su familia, al sistema.
Esta resolución me hace pensar en varios temas que se entrelazan para que podamos avanzar hacia una verdadera inclusión: requerimos personas y familias valientes que levanten la voz para hacer valer sus derechos. Necesitamos también de organizaciones de la sociedad civil que, como en el caso de Citlali, apoyen, visibilicen y acompañen estas causas. Se requiere un Poder Judicial cada vez más capacitado para analizar estos asuntos, y medios de comunicación con la visión y sensibilidad necesaria para darles difusión.
Por último, también pienso que necesitamos como individuos y como sociedad, ser cada vez más sensibles a estas situaciones, para que ojalá en un futuro no muy lejano, Citlali y tantos niños más no tengan que acudir a los tribunales a exigir lo que por derecho les corresponde, sino que se encuentren con un sistema educativo y una sociedad que los entienda, los arrope y les permita ejercer como todos, el derecho a la educación.