De niños todos queremos ser maestros y si no todos, por lo menos, sí la mayoría.
Yo fui parte de esa mayoría, pero con el paso del tiempo se me olvidó. Eso no significa que hubiera renunciado a la idea de ser maestro, simplemente era que, otros intereses habían llegado a mi vida.
El tiempo pasó y con él, todos mis sueños y mis metas habían adquirido otro significado, otro nivel de superación personal y lo más importante, ya tenía un plan para lograr todos mis objetivos y realizar todas mis metas, ésas que ya tenía planeadas desde adolescente, pues, cuando me di cuenta, ya era un adulto joven que se esmeraba y luchaba por apoyar a su familia. Entre mis metas y objetivos principales había una sobresaliente, la más importante: devolverle, aunque fuera sólo un poquito de todo lo que me había dado, a mi mamá.
Un día un buen amigo me ofreció trabajo; yo hacía la limpieza en su casa y entonces todo cambió, pues, sin esperarlo, me empezó a enseñar Lengua de Señas Mexicana (LSM) y fue ahí cuando mi vida se transformó.
Empecé a investigar cursos de LSM y de pronto, ya habían pasado tantos años que, de la nada, había descubierto que desde siempre había sido alguien interesado en seguir aprendiendo cosas nuevas e interesado por ayudar a los demás. Una cosa me llevó a la otra y hoy me encuentro estudiando en la Escuela Normal de Especialización la Licenciatura en Educación Especial con especialidad en el área Auditiva y de Lenguaje.
A casi 4 años de haber empezado a estudiar, empecé a imaginar situaciones que otras personas a mi alrededor no imaginaban y entre todas esas imaginaciones mías, decidí volver realidad una de ellas, por lo menos una hasta este momento. Sí. Quería organizar un desfile de modas protagonizado por personas con discapacidad, pues, en vista de que me convertiría en profesor muy pronto, quería hacer algo que impactara en la sociedad y que ya no se mirara a las personas por su discapacidad, sino por su habilidad de hacer diferentes cosas, entre ellas, romper mitos y tabúes con respecto a su imagen y lo que pueden y "no pueden" hacer.
Descubrí que las personas valen muchísimo más por lo que hacen y por cómo ayudan a los demás y que, si bien, un título académico es importante para poder trabajar en un empleo donde piden licenciados profesionistas y en mi caso, docentes, es más importante el hecho de saber que tú eres parte del desarrollo integral de un niño, un adolescente y hasta una familia y que no hay necesidad de gritarlo a los 4 vientos.
Descubrí que el título de maestro te lo ganas cuando trabajas mano a mano con todas esas personas con o sin discapacidad y que, es precisamente ese título de maestro el que te dan los niños y todas esas personas a las que ayudas, porque es ahí cuando vale más.
Actualmente estoy en proceso de titulación, pero no imagino cómo sería mi vida si no me hubiera atrevido a volver mis sueños realidad.
Hoy muchas personas con discapacidad son parte de mi vida y sé que yo soy parte de la suya y de sus familias. He aprendido tanto de todas ellas que, durante la presentación de esos tres desfiles de modas he aprendido más de lo que pude imaginar cuando empecé este proyecto y aunque todavía no soy docente de profesión, puedo decir que me siento muy feliz y principalmente agradecido con todas esas personas, pero, ante todo, con Dios, pues descubrí también que, enseñarles verdaderamente significa aprender de ellos y que, de algún modo, lo logré.
Sus habilidades hacen que ellos permanezcan y vivan ¡BRILLANDO, COMO LAS ESTRELLAS!
Del otro lado del pizarrón hay un mundo lleno de intrigas, dudas e incertidumbres que casi nadie conoce. De niño yo conocí las películas que presentaban los maestros dentro del salón. Ahora llegó el momento de conocer todo lo que hay detrás de cámaras de todas esas películas… Llegó el momento de conocer todo lo que hay detrás del pizarrón.
De niños todos queremos ser maestros y si no todos, por lo menos, sí la mayoría... Yo soy parte de esa mayoría y hoy puedo decir que sí... Que ¡yo lo logré!