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Meney

Sus tiempos no son los de los demás


Como a la mayoría de los niños, a José empezaron a salirle los dientes cuando tenía como 8 meses y para los 2 años ya le habían salido todos los de leche. Todos menos uno, un colmillo que no salía y no salía. En una revisión del dentista le sacaron una placa de rayos X y vieron que el colmillo ahí estaba... Pero no salía. El dentista nos dijo que tal vez tendría que darle una "ayudadita" abriendo un poco la encía para que saliera el colmillo y no se fueran a empezar a enchuecar los demás dientes. Pero por una cosa u otra dejamos pasar el tiempo y no hicimos nada al respecto. Total que a dos meses de cumplir 4 años, finalmente le está saliendo el colmillo.

La salida del colmillo, más allá de quitarme un pendiente de la cabeza (uno bastante irrelevante, por cierto), me recordó una vez más una de las lecciones más constantes y predecibles en la vida de José: ¡sus tiempos no son los de los demás! Las mamás de niños regulares sabemos que la mayoría de los niños detienen la cabeza como a los 3 meses, se sientan como a los 6, empiezan a gatear alrededor de los 10 y caminan antes del año y medio. Claro, hay variaciones de un niño a otro pero por lo general son diferencias de meses. No es el caso de José, con él todo ha sido más lento, mucho más lento.

A principios de 2015 José ya se paraba detenido de los muebles y caminaba un poco si le dábamos las manos. Yo estaba segura de que para finales del año ya estaría caminando más o menos solo. Pero llegó el final del año, y pasó ya el primer trimestre de 2016, y todavía no camina solo. Sin duda ha habido avances en este tiempo. Ahora tiene mucho mejor postura, camina sin cruzar las piernas, necesita cada vez menos apoyo cuando lo tomamos de las manos y domina la andadera que utiliza para apoyarse. Aun así, hoy tengo más claro que le falta todavía bastante, no sé si meses o incluso años. Pero estoy segura de que lo logrará. Y aunque sin duda ha habido momentos de cansancio, de frustración, de preguntarnos qué estamos haciendo mal o dejando de hacer, puedo decir que el sentimiento que predomina es la esperanza y el compromiso de seguir trabajando y haciendo todo lo necesario para ayudarle a lograrlo. Porque sus tiempos no son los demás. Pero él no se desespera, no se da por vencido, no deja de luchar. Se emociona enormemente cuando logra un pequeño avance y no puede ocultar su sonrisa de satisfacción cuando persigue a su hermana o juega escondidas con ella, usando su andadera. Yo no puedo más que estar a su altura, trabajando todos los días con paciencia, optimismo y entrega. Y así como hace unos días me sorprendí al encontrar un nuevo colmillo en su boca, un día me sorprenderé viéndolo dar unos pasos él solito.

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