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Margarita G.

Del curso-taller sobre integración sensorial


Ahí estaba a las 9:30 de la mañana en sábado. Un día familiar en el que al final no estaba segura si asistiría. No tenía grandes expectativas del curso, sólo que me diera más herramientas para entender la forma en la que mi hija percibe las cosas.

El salón estaba lleno. En la presentación observé que la gran mayoría eran terapeutas y maestras pero también habíamos mamás y papás, bueno, hasta una música famosa y unos amigos de mi esposo encontré.

Durante el transcurso de la sesión me di cuenta que mucha gente no conoce sobre el tema y que generalmente esto es la punta del iceberg de algún desorden neurológico que impide, al final, que el niño pueda desarrollarse de una manera regular. Para la gran mayoría es tan sutil este desajuste que pareciera que los niñ@s no tienen nada, se deja, no se atiende y pasan los años hasta que comienzan los problemas conductuales, sociales, emocionales y de aprendizaje.

Cuando nosotros como papás no sufrimos de esa condición, no comprendemos las reacciones que en nuestros hij@s provocan las etiquetas de la ropa, cortarles el pelo o las uñas, ensuciarse las manos, los ruidos de una fiesta o donde hay mucha gente. O por el otro lado, tampoco entendemos por qué no puede estarse quieto un solo segundo y todo el tiempo se esta moviendo, por qué le gusta masticar todo, su juego es brusco y/o le cuesta trabajo correr o andar en bici. Estos y otros signos son características de que existe una real y evidente dificultad para procesar los estímulos sensoriales, es decir que la información que proviene del ambiente, recibida en el cuerpo a través de los sentidos (olfato, gusto, tacto, vista, oído y -otros dos que en el mundo real poco conocemos- que son el de la propiocepción y el vestibular) es confusa y desorganizada.

Los niños que tienen un claro desorden del procesamiento sensorial, no tienen una información muy exacta y fiel de sus cuerpos ni del ambiente pues tienen afectada la capacidad para percibir (sentidos), organizar (Sistema Nervioso Central) y responder (acciones) a las sensaciones generadas por los estímulos, lo que genera en ellos sobrereacciones o inacciones dependiendo de la sensibilidad.

Lo anterior, produce evidentemente muchas dificultades para su desarrollo y funcionalidad en la escuela, en la casa o en cualquier ámbito social. Si no se detecta oportunamente, es decir cuando empiezan los signos de alarma que es cuando los niñ@s son pequeños, será un hecho que en el futuro tendrán problemas de aprendizaje y de concentración y muchas de las veces como consecuencia de ese desorden se ocasionará el aislamiento, el enojo, la frustración así como problemas conductuales y emocionales severos.

Nos pasaron un video con diferentes testimonios de adolescentes que no habían recibido una atención oportuna, los cuales verdaderamente me dejaron sorprendida por lo invasivo que puede ser para ellos algo que para nosotros es de lo más común; por ejemplo, el olor de la cafetería de una escuela, el ir de un salón a otro cuando hay cambio de clase y el ruido que hacen los lápices al escribir en un papel cuando todo esta en silencio. En el primer testimonio, el adolescente refería que el olor de la cafetería de su escuela todo el tiempo le ocasionaba nauseas, el niño que tenía que llegar a otro salón cuando había cambio de clase, relataba que sentía que todos se le venían encima, como una masa de gente que lo invadían y no podía controlar; y él del oído, decía que escuchar los lápices escribir sobre el papel era como si fueran unos tambores retumbándole en el oído.

Fue así como empecé a descubrir que es un asunto bastante común pero, reitero, poco conocido para muchos papás. Desafortunadamente, el diagnóstico es tardío pues se comienza atacando la consecuencia (problema de aprendizaje, emocional, conductual) sin irse a la causa que lo genera (desorden del procesamiento sensorial). Los papás después del peregrinar de escuelas, doctores y/ o terapias descubren que hay algo que no anda bien pero tampoco es algo tan grave como para no pensar que el niño sí puede ir así por la vida.

Loló Toledo (expositora del curso y especialista en la materia) nos comentaba que alrededor del 16% de la población tiene un tipo de desorden del procesamiento sensorial así que de alguna forma todos tenemos nuestro “issue” sensorial.

Conforme se desarrollaba el taller, caía en la cuenta de muchísimas acciones y actividades que mi hija realiza y busca hacer por ese desorden. En principio, tiene todas las características para ser clasificada dentro de los niñ@s hipo- sensibles, lo que significa que todo el tiempo busca estímulos sensoriales muy intensos y que tiene el umbral alto es decir que tienen “mucha tolerancia”.

Esa hipo-sensibilidad se puede observar claramente en ella en todos sus sentidos: 1) Vestibular que es el sentido del movimiento en el cual la entrada del estimulo hace que te sientas mareado cuando giras. En este sentido a mi hija le fascina columpiarse, colgarse de las barras, brincar, girar y cualquier actividad que implique movimiento rudo; 2) Propiocepción que es el sentido del cuerpo para que pueda andar con seguridad a través del espacio y usar herramientas, a ella le gusta jalar, pegar, aventar, empujar; 3) Táctil, disfruta embarrarse las manos de lo que encuentre a su paso puede ser tierra, pintura, pegamento; 4) Gusto también siente necesidad de meterse todo lo que toca a la boca: el lipstick, el gel desinfectante, el jabón, la crema y todo lo que tenga consistencia cremosa. Este redescubirmiento que realicé con mi hija respecto a su desorden sensorial me da herramientas en la vida diaria que me permitirán ser más empática y comprenderla mejor. Ahora entiendo que si necesito enfocar su atención cuando estamos haciendo la tarea y se encuentra distraída meciéndose en la silla, es porque realmente necesita ese estimulo de movimiento para atender lo que se le pide.

Es un tema apasionante que sin duda da para mucho, simplemente valorar al cuerpo humano pues es una máquina perfecta que no requiere de nada para su buen funcionamiento. Es así que cualquier desajuste, por pequeño que sea, interfiere en el proceso de su propia funcionalidad.

Me fui convencida de que valió mucho la pena haber asistido y comprobé que mientras más informados estemos los papás, mejores armas emplearemos para comprender lo que siente nuestro hij@ y dejaremos de exigir a él mismo, al ambiente o a los demás que actúe o se desarrolle como nosotros quisiéramos.

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