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Ana Elisa P.

Los ojos del Corazón. Parte 9, AMOR.


Cuando una pareja se casa, imagina todos los momentos bellos y de gran felicidad que vivirá con la persona elegida. Algunos podrán saber que se presentarán momentos difíciles, laborales, económicos o incluso en la consolidación de la pareja, pero difícilmente alguien podrá estar preparado para tener un hijo con alguna discapacidad, ese si es un escenario distinto. Yo tengo una hija con una lesión cerebral y una hija más pequeña que nació rebosante de salud, y nosotros como pareja hemos aprendido, hemos gritado, nos hemos desesperado y hemos celebrado.

Ana Lucía me abrió los ojos del corazón y cambió todo el orden de mis prioridades, con ella he vivido las máximas satisfacciones y los momentos más profundos de mi desesperanza. El camino es muy largo, todo el día corremos a las terapias, en todo momento estoy investigando qué puedo probar para ayudarla más, qué podemos hacer para acelerar o para garantizar que vamos a llegar a la meta, y con la sonrisa mas auténtica y profunda ella me recuerda que hay tiempo para todo, y que su ritmo es el mejor, el mejor para ella. Ahora sé que solo quiero que ella sea feliz, que disfrute lo que hace, que tenga confianza en sí misma y, por supuesto, no quiere decir que dejemos de trabajar en todo, pero si a ella le gusta la música, música será y no pintura. Si le divierte decir palabritas en inglés, en inglés será y no español. Si le gusta el soccer y las luchitas, porque su primo es ley y eso es lo que a él le gusta, soccer será y no princesas. Qué gran maestra eres Ana Lucía.

Ella canta “las mañanitas” a todo pulmón, y no le importa que los demás niños la volteen a ver porque está cantando algo que no se entiende nada, ella tiene esa confianza y me la transmite. Ama la tele y aprende de ella. Convierte a sus terapistas en su círculo cercano y les da todo el amor que tiene dentro. Está orgullosa de su hermana y la hace partícipe de todas sus actividades y todos sus logros. Por supuesto que tenemos tropiezos y metas que nos cuesta alcanzar, pero seguimos avanzando.

Quisiera saber qué sigue en el camino para nosotros, pero no lo sé. No sé cuándo nuestra ciudad esté preparada para recibir a las personas que tienen una discapacidad física y no sé cuándo esté nuestra sociedad preparada para acoger a las personas con una discapacidad intelectual. Sólo sé, que Ana Lucía es una guerrera, que lucha todos los días y se esfuerza, que por las noches, cuando está tan cansada, y Victoria llora dice: voy hemarna, con la mayor intención de acompañarla, que tiene caricias para mi, abrazos para papá, sonrisas para el tío bigotes. Tiene algo que darnos a todos, y que mi esfuerzo radica en estar a su altura. Como dice el Maestro Jorge Marín, “todos podemos volar, con alas propias o ajenas”, Ana Lucía me comparte sus alas.

Yo pensé que tenía una hija especial pero me equivoqué. Yo tengo un ángel en mi familia, que ha hecho especiales a sus papás, a su hermana y a sus abuelos. Yo pensé que ella tendría muchos retos que vencer pero me equivoqué, los retos son para nuestra sociedad y para nuestras autoridades. Yo pensé que ella tendría algunas limitantes, pero me equivoqué, las limitantes las tenemos todos los que no aceptamos la diversidad, todos los que no amamos las diferencias. Yo pensé que la discapacidad de Ana Lucía era un error, pero me equivoqué, es un regalo de Dios, que me abrió los ojos del corazón y que me ha permitido ver que la única constante en todo este proceso es el amor. Gracias Ana Lucía por enseñarme de AMOR.

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