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  • Gaby M.

Y así pasamos Halloween


Algunas veces pienso que mi hijo de 11 años no entiende el significado de algunas cosas o situaciones, pero al sentirse integrado y en el relajo, es muy feliz.

Es tradición que cada año mis hijos, sobrinos y algunos amigos nos juntamos para salir a pedir dulces en Halloween y este año decidimos que todos teníamos que estar disfrazados, incluyendo los adultos. Estoy segura que Diego no entendió de qué estábamos disfrazados sus papás, su hermana y él mismo, pero el hecho de saber que los 4 estábamos iguales, le emocionaba.

Ya que estábamos todos juntos, salimos a pedir Halloween, le amarré la bolsa para los dulces entre su mano y la silla de ruedas, para que todas las personas se los echaran ahí.

Fuimos a una casa de los sustos, él dijo que quería entrar, así es que lo cargué y nos adentramos en ella. La casa sí daba miedo, pero él no se espantó en ningún momento, no hizo ningún movimiento que me lo mostrara, pero el hecho de haber entrado y que toda la gente le dijera que era muy valiente, lo puso muy contento.

Finalmente, al llegar a casa todos los niños sacaron sus dulces, a Diego se los puse en sus piernas y como ocurre cada año, él fue quien más dulces recibió. Eso lo llena de satisfacción y alegría, porque la interacción con su hermana y sus primos se incrementa ya que los demás niños quieren ver sus dulces, le quieren intercambiar algunos o incluso le piden que les regale otros que les gusta. Y aunque Diego se come tres de todos los dulces, la experiencia es lo que disfruta.

La carita de alegría que tuvo todo el tiempo no se puede borrar de mi mente, estaba feliz, se sentía parte del grupo, le gustaba que le pusieran los dulces en su bolsa y, en resumen, lo que más disfrutó es estar en el relajo.

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