Cuando un bebé pretérmino nace, todo mundo está alerta: médicos, enfermeras y todo el equipo de cuidados intensivos, ya que sus movimientos deben ser precisos, atinados y muy rápidos. Con los bebés prematuros no hay tiempo que perder en caso de que requieran asistencia para respirar, para monitorear sus signos vitales, para regular su temperatura y una larga lista de procedimientos.
Los padres estamos fuera. Además de la sorpresa inicial de la llegada del esperado bebé, vienen nuevos términos, tiempos de acción y tiempos de espera en la terapia intensiva. Los médicos deben priorizar qué aspectos de la salud del bebé deben ser atendidos y estabilizados antes de pasar a otros temas. Durante esos días, semanas o meses, según el caso, los papás somos “espectadores” de la evolución de nuestro bebé.
Anteriormente los neonatólogos desalentaban el contacto de los papás con el bebé por miedo a lastimar o infectar a esas frágiles personitas. Por suerte, en los años 80, se empezó a probar en el mundo el método de Cuidado Canguro, con maravillosos resultados tanto para los bebés como para los padres. Este consiste, básicamente, en poner al bebé sobre el pecho de la mamá o el papá, piel con piel, el mayor tiempo posible. Y los beneficios son: un ritmo cardiaco mas estable, respiración más regular, previene el estrés por frío, mejora la distribución de oxígeno en su cuerpo, tiene periodos más largos de sueño, gana peso más rápidamente, llora menos, etc.
Pero probablemente el beneficio que a mi más me gusta es que fortalece el vínculo mamá-hijo. El bebé huele a mamá, la escucha, escucha su corazón y su voz. Mamá huele a su bebé, lo siente, siente su calor y genera hormona oxitocina. Esta hormona es necesaria para despertar y fortalecer los instintos maternales.
Es una gran fortuna que las unidades de cuidados intensivos estén cambiando y permitiendo más flexibilidad y contacto de los padres con el bebé, porque definitivamente es fundamental para un bebé prematuro estar en contacto con sus padres, para un bebé de término y para todos los padres que deberíamos abrazar a nuestros hijos todos los días y todas las veces que ellos lo permitan, porque somos nosotros los que nos nutrimos de su amor.